Mímesis
En la segunda etapa de su producción, Edmund Harvey
Leigh se dedicó a emular los trazos de Edward Hopper. Si bien era un
contemporáneo, Hopper gravitó en Leigh de una manera drástica. Al igual que le
había ocurrido con Da Vinci, las imágenes de Hopper lo habían tomado por
completo. Y así como la primera fase pictórica de Leigh estuvo absolutamente
dedicada a “La virgen de las rocas”, la segunda, la destinó a “Room in New York”:
un hombre lee el diario mientras, quien es aparentemente su mujer, está
sentada, indiferente, frente a un piano vertical. Leigh, escribe: “Ella no toca
el piano. Se deja estar sobre él. Se deja estar sobre el piano como si el piano
fuera un mueble y no un instrumento musical”. Leigh subraya, furiosamente, la
palabra “no”.
La pintura que ahora restauro es “Sin título”, un Leigh de 1975. Por un momento, cuando
el diluyente logró remover la capa gris y verdosa que cubría todo el lienzo,
surgió el cuello amarillento de la virgen de las rocas. Ese cuello, ese
amarillo, a la vez cubrían el ocre intenso de la pared del pequeño departamento
de la versión leighiana de “Room in New York”. Fue un momento, apenas un glimpse, en el que la trementina y la
paciencia me permitieron ver, finalmente, un trazo real de Leigh, detrás de las
imitaciones de Da Vinci y de Hopper. Enterrado por las copias sucesivas, pude
ver, tan solo un momento, la imagen de un faro blanco, encastrado en una
especie de isla o islote rocoso. Luego de ese instante, desapareció. El
diluyente, es posible, haya tenido un efecto momentáneo. El faro y su isla no
han vuelto a mostrarse.
Busco el original de Leigh, todavía. Probé con
trementinas vegetales y solventes industriales y hasta atiné con un fuego leve,
a levantar las capas. No pude. En estos días, encerrada en las cuatro paredes
de mi taller, sofocada por la imagen de una pintura enterrada, pienso que tal
vez Leigh está en Hopper, en Da Vinci, en el azul cobalto de la virgen, pienso
que tal vez la causa de Leigh, su originalidad, sea, posiblemente, la mímesis.
Este problema, el de la búsqueda y recuperación del
cuadro original, me tiene sin cuidado. De hecho, es mi oficio y estoy
acostumbrada a él. Aquello que me inquieta se relaciona con este Leigh
propiamente. Temo que detrás del original, resurja la virgen, y luego, la mujer
del piano, recostada sobre el instrumento, desplomada sobre él, mientras el
hombre a su lado pasa, sin levantar la vista hacia ella, una y otra vez, las
páginas del diario.
Hola Elizabeth, te acordas de mi? pasame tu e-mail. saludos
ResponderEliminar