Década

Llueve, cae el agua acá y allá se quemó la ciudad o parte de ella, o una parte que convocaba en diferentes sentidos alguna vivencia. El fuego se traga cosas y personas, la lluvia barre, el viento no deja dormir. Casi dos meses de burbuja, privilegiada, mundo de niñas y de mujeres. Y cae. Y veo ahora cómo un hombre vestido de amarillo, toma una bolsa de basura y la tira, con la precaución de quien toca algo radiactivo. Otro hombre en la playa me pregunta si soy la tía de mis hijas y mis hijas me preguntan si mi madre estuvo en mi panza.

Son dos meses casi, de esta conspiración de mujeres, y ya se acercan las tizas y las palabras. Recuerdo un cuadro de Frida Kahlo. Lo llevo al aula, a veces. Es una mujer en una cama, el rostro tapado, la cama con sombras oscuras. Recuerdo a Frida porque en una conversación reciente alguien me recuerda la película, y la música de esa película, y Paloma Negra y Frida y una conspiración de clavos y colores y corsets que son cuerpo.

Llueve y hace horas que estoy despierta, otra noche sin sueño ni sueños. Preparo otro viaje, esta vez de escritura. Es cerca, a un lugar que se llama Colonia Mauricio. Es en la pampa judía, la pampa gringa, la del Barón Hirsch. Voy a un pueblo fantasma. En el fantasma está la historia y en la historia, los bisabuelos. Hay una sinagoga derruida, hay un cementerio profanado.

Por sobre todas las cosas, hay una historia. La boca se llena de saliva y de lluvia y de fuego: se construye el contorno de un mundo, a un costado de esta existencia. Un mundo retornado. Vuelto. Y son diez los años este año. Diez años de dos cosas ausentes. ¿Se celebran, se recuerdan, se esconden, se exorcizan? Me pregunto lo mismo de ciertas fotos. ¿A dónde colocarlas? No es metáfora ni eufemismo: hay una jauría de objetos que no encuentran su lugar.

Llueve y el sueño no llega, solo esto, que es borrador de borradores. Borrador de un libro y de un año, que aún en blanco, se esconden detrás de algún árbol: criaturas que asaltarán, tal vez suaves y hermosas.